La piedra angular de cualquier enfoque de intervención con pacientes suicidas es el reconocimiento y el tratamiento de los trastornos psiquiátricos. Sin embargo, para muchos pacientes, tratar la enfermedad mental no es suficiente, es decir, el comportamiento suicida no se reduce necesariamente con tratamientos dirigidos a esas enfermedades. Se necesita algo más. En este trabajo provocativo y profundo, los Dres. Chiles y Strosahl ofrecen un marco práctico y concreto para llenar este vacío. Al hacerlo, desafían uno de los principales supuestos subyacentes de los enfoques tradicionales para la evaluación y el tratamiento del suicidio: que el comportamiento suicida se puede predecir y controlar. En su lugar, proponen una nueva conceptualización de la tendencia al suicidio, como comportamientos aprendidos y reforzados de resolución de problemas que un individuo usa cuando todas las demás opciones parecen haber fallado. En lugar de centrarse en la predicción y la gestión de riesgos, las intervenciones en este modelo de aprendizaje se centran en los problemas que se utilizan para resolver el comportamiento suicida. La suposición es que la conducta suicida de un paciente representa su mejor intento en ese momento para lidiar con las dificultades de la vida. Por lo tanto, la tarea inicial del médico no es juzgar ni criticar, sino reconocer la lucha y el dolor que está experimentando el paciente y ayudarlo a comenzar a explorar otras formas de lidiar con los problemas abrumadores. Los esfuerzos para reducir el riesgo de suicidio se logran mediante técnicas que maximizan la autonomía individual y fomentan las conductas positivas, los recursos únicos de la persona para abordar y modificar la conducta suicida.