Descripción
En un pueblo pequeñito, una llamada telefónica puede hacer que responda cualquier vecino. Pero en Yago -poblado paradigmático del occidente de México-, los ciento quince abonados, y sus familiares, ya no quieren contestar el teléfono pues quien lo hace muere exactamente doce horas después. Ah, un detalle: las llamadas mortales son recibidas en la madrugada. Enrique Lepe -¿acaso el cronista que escuchó el último timbrazo telefónico en Yago?- nos sumerge con este cuento en un ambiente opresivo, pero bellamente ilustrado, en lo gráfico y en lo verbal.